lunes, 5 de marzo de 2012

{Meditación Dominical} Domingo de la Semana 3ª de Cuaresma. Ciclo B «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré»

Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17

«Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo: "Yo, Yahveh,
soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de
servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás
escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni
de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo
de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo
Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los
padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me
odian, y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan
mis mandamientos. No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios;
porque Yahveh no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso.

Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y
harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para
Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu
hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que
habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la
tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso
bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado. Honra a tu padre y
a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que
Yahveh, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No
robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás la
casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su
siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu
prójimo".»

Lectura de la Primera carta de San Pablo a los Corintios 1, 22- 25

«Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan
sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para
los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo
judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres,
y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres».

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 2,13 - 25

«Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y
encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y
a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a
todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el
dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que
vendían palomas: "Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi
Padre una casa de mercado".

Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: = El celo por tu
Casa me devorará. = Los judíos entonces le replicaron diciéndole: "Qué
señal nos muestras para obrar así?" Jesús les respondió: "Destruid
este Santuario y en tres días lo levantaré". Los judíos le
contestaron: "Cuarenta y seis años se han tardado en construir este
Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?" Pero él hablaba del
Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos,
se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la
Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron
muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se
confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de
que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo
que hay en el hombre.

 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

«Nosotros predicamos a un Cristo crucificado…fuerza de Dios y
sabiduría de Dios» (Segunda Lectura). En esta frase encontramos una
excelente síntesis de las lecturas en este tercer Domingo de Cuaresma.
La fuerza y la sabiduría que Dios revela a través del Verbo Encarnado
perfeccionan y dan plenitud a los Diez Mandamientos (Primera Lectura).
Por otro lado se instaura un nuevo templo y un culto nuevo; situado ya
no en un lugar físico (el Templo de Jerusalén) sino en una persona:
Jesucristo. Cuando resucita Jesús entonces entienden los Apóstoles de
qué estaba hablando al referirse sobre la destrucción del Templo;
inaugurando así un nuevo culto (la economía sacramental) y un nuevo
templo (la Iglesia que es su Cuerpo Místico).

 Las diez palabras de Dios

Como era usanza entre los reyes al hacer un pacto; vemos en este
pasaje el «código» que se establece entre Dios y las personas que
pertenecen a un pueblo: Israel. Como el compromiso con Dios se realiza
en el seno del grupo, todas las obligaciones pasan por Él: no hay
pecados contra Dios y pecados contra el prójimo; todos son contra
aquel que ha establecido el «pacto», es decir Dios mismo. La absoluta
gratuidad de Dios al elegir a Israel es la razón de este
comportamiento; por eso si se separa la ley de la alianza, ésta se
vacía y pierde su sentido.

La palabra «Decálogo» significa literalmente «diez palabras» (Ex 34,
28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas «diez palabras» Dios las reveló a su
pueblo en la montaña santa y las escribe «con su Dedo» (Ex 31, 18; Dt
5, 22), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés.
Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente y nos enseñan al
mismo tiempo las verdades fundamentales sobre el hombre. Ponen de
relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente, los
derechos inherentes a la naturaleza de la persona humana. El Decálogo
contiene una expresión privilegiada de la «ley natural» ya que a pesar
de ser accesible (en su gran mayoría) por la sola razón ha tenido que
ser explícitamente revelado por el Creador a causa de la ruptura en la
que se encontraba toda la humanidad.

El Decálogo es una llamada al pueblo para que sea reflejo de la
actividad del Señor, de su gloria y santidad, que se manifiestan en su
bondad, misericordia y compromiso activo. El preámbulo o introducción
(Éx 20,1-2) imita la forma en que se auto-presentaban los reyes; el
Señor lo hace con su nombre inefable de «Yahvé», protagonista real de
una historia verificable y no de una ficción producida por la
imaginación humana. La salvación constituye el don radical y lleva
implícita una invitación a reconocerlo. Los preceptos que siguen se
convierten en actos de gratitud al Señor que concedió a los israelitas
cuanto son y tienen.

 «Escándalo para los judíos y necedad para los gentiles»

Corinto era una grande y cosmopolita ciudad griega del mundo antiguo.
Situada en el estrecho istmo que une la parte principal de Grecia con
la península meridional era un lugar muy favorable para el comercio.
La ciudad atraía gentes de muchas nacionalidades. Se hallaba dominada
por «Acrocorinto»: la roca escarpada en que se alzaba la acrópolis y
un templo dedicado a Afrodita (diosa del amor). Las prácticas
libertinas del templo y una numerosa población «flotante» contribuían
a la pésima fama de Corinto, harto conocida por sus excesos e
inmoralidades así como por sus numerosas religiones. San Pablo
permanece en Corinto unos 18 meses y funda una comunidad durante su
segundo viaje misionero. Luego de recibir malas noticias sobre la
comunidad en Corinto así como consejos sobre diversos asuntos; decide
escribir esta importante carta y se ocupa en responder a los
principales problemas: la división, los problemas morales y
familiares, las dudas acerca de las prácticas heredadas del judaísmo,
etc.

En el texto de este Domingo, San Pablo ve en Jesús crucificado la
manifestación, humanamente desconcertante pero definitiva, de la
fuerza salvadora de Dios y afirma que es desde esa luz que debemos
leer toda la realidad histórica del hombre. Como consecuencia, en la
aceptación o no aceptación de la predicación evangélica sobre la
fuerza salvadora de la cruz de Cristo se hace ya presente el juicio de
Dios (positivo o negativo) sobre los hombres. Por lo que se refiere al
contenido del pasaje ya los profetas de Israel habían puesto en
evidencia que la sabiduría simplemente humana es por sí misma incapaz
de salvar a nadie (Is 5,21; 29,14; Jr 8,9). Sólo la Palabra de Dios es
fuente de sabiduría, que equivale a decir de salvación. Pablo se sitúa
en la misma línea y rechaza de plano la eterna tentación del hombre
que ya desde los orígenes (Gn 3,1-6) pretende bastarse a sí mismo y
prescindir de Dios que es la única y verdadera fuente de salvación. En
la «locura de la cruz» se hace presente toda la profundidad y la
angustia a la que ha llegado el amor de Dios por nosotros. Los caminos
de Dios, por incomprensibles que parezcan, son siempre más «sabios», y
por tanto son los únicos y verdaderos caminos por el cual el hombre
debe de caminar…

 «Se acercaba la Pascua de los judíos…»

El Evangelio de hoy comienza indicando la si¬guiente circunstancia
temporal: «Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a
Jerusalén». ¿Por qué intro¬duce San Juan la precisión «Pascua de los
judíos»? ¿Es que hay otra Pascua? Sí, hay otra Pascua, una Pascua
verdadera, la Pascua cuya celebra¬ción anhelamos porque nos da nueva
vida y nos concede el ser con plenitud hijos de Dios. A esta Pascua
verdadera es a la que se refiere San Pablo cuando escribe a los
corin¬tios y les dice: «Cristo, nues¬tra Pascua, ha sido inmola¬do»
(1Cor 5,7). Sin duda hay una clara inten¬ción de distinguir una
«Pascua de los ju¬díos» y una «Pas¬cua nuestra». La primera es sólo
una figura destinada a pasar; esta última se identifica con Cristo
inmolado, y es eterna. El culto antiguo y el Templo en que se
realizaba la Pascua habían sido ordenados por Dios en el Anti¬guo
Testamento para ser anuncio y figura del culto y del Templo definitivo
.

Aunque, una vez llegada la realidad, estaban destinados a pasar, eran
sin embargo, el modo que había dispuesto Dios para hacer¬se pre¬sente
a su pueblo. El Templo poseía, por tanto, su grandeza y merecía el
respeto debido a Dios. Esto explica la actitud de Jesús al entrar en
el templo y encontrar allí a los vendedores de bueyes, ovejas y
palo¬mas y a los cambistas en sus puestos: «Hacien¬do un látigo con
cuerdas, echó a todos fuera del templo». Es la única vez en el
Evangelio que vemos a Jesús en esta actitud: agarrando a los
vendedores literalmente a latigazos. Tiene que haber algo que la
justifique y tiene que haber algo que garantice su efecti¬vidad.

¿Qué puede justificar esta actitud de fuerza de Jesús? ¡Los mismos
apóstoles están perplejos! Pero encuen¬tran una explicación en la
Palabra de Dios: «Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito:
"El celo por tu Casa me devorará"» (ver Salmo 69, 8 -10). La actitud
de Jesús nos enseña a ser intransigentes cuando se destruye y se
profanan las cosas de Dios ya que estos cambistas profanaban la
santidad del Templo trocando en el atrio de los gentiles, que era la
parte más externa del Templo pero igualmente sagrada, las monedas
griegas o romanas que eran consideradas impuras porque llevaban la
imagen del César, por la moneda sagrada de los judíos. Pero, ¿cómo es
posible que un solo hombre, aunque usara un látigo, haya logrado este
resultado contra una multitud? No se entiende sino postulando que
Jesús manifestó su propia identidad de Hijo de Dios: «No hagáis de la
Casa de mi Padre una casa de mercado». Lo que los vendedores
experimentaron fue el temor que se experimenta ante la divinidad, ante
la Persona divina del Hijo.

Por esto mismo las autoridades judías no reaccionan sino
mesuradamente: «Los judíos le replicaron diciéndole: '¿Qué señal nos
muestras para obrar así?'». Es de notar que la palabra «señal» se usa
en el Evangelio de Juan para designar los milagros de Jesús. Piden un
milagro que acredite a Jesús. Y Él responde: «Destruid este templo y
en tres días lo levantaré». Es una respuesta enigmática. Los judíos
entendieron que se refería al templo material y lo ridiculizan:
«Cuarenta y seis años se ha tardado en cons¬truir este templo ¿y tú lo
vas a levantar en tres días?». Pero el evangelista nos explica el
sentido de esa «señal»: «El hablaba del templo de su cuerpo. Cuando
resu¬citó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos que había
dicho eso y creyeron». La señal verdadera de Cristo es su Muerte y
Resurrección. Esta es nuestra Pascua.

 Una palabra del Santo Padre:

«Se trata de un combate espiritual, que se libra contra el pecado y,
en último término, contra satanás. Es un combate que implica a toda la
persona y exige una atenta y constante vigilancia. San Agustín afirma
que quien quiere caminar en el amor de Dios y en su misericordia no
puede contentarse con evitar los pecados graves y mortales, sino que
"hace la verdad reconociendo también los pecados que se consideran
menos graves (...) y va a la luz realizando obras dignas. También los
pecados menos graves, si nos descuidamos, proliferan y producen la
muerte" (In Io. evang. 12, 13, 35). Por consiguiente, la Cuaresma nos
recuerda que la vida cristiana es un combate sin pausa, en el que se
deben usar las "armas" de la oración, el ayuno y la penitencia.
Combatir contra el mal, contra cualquier forma de egoísmo y de odio, y
morir así mismo para vivir en Dios es el itinerario ascético que todos
los discípulos de Jesús están llamados a recorrer con humildad y
paciencia, con generosidad y perseverancia.

El dócil seguimiento del divino Maestro convierte a los cristianos en
testigos y apóstoles de paz. Podríamos decir que esta actitud interior
nos ayuda también a poner mejor de relieve cuál debe ser la respuesta
cristiana a la violencia que amenaza la paz del mundo. Ciertamente, no
es la venganza, ni el odio, ni tampoco la huida hacia un falso
espiritualismo. La respuesta de los discípulos de Cristo consiste, más
bien, en recorrer el camino elegido por Él, que, ante los males de su
tiempo y de todos los tiempos, abrazó decididamente la cruz, siguiendo
el sendero más largo, pero eficaz, del amor. Tras sus huellas y unidos
a Él, debemos esforzarnos todos por oponernos al mal con el bien, a la
mentira con la verdad, al odio con el amor».

Benedicto XVI. Homilía en el Miércoles de Ceniza. 1 de marzo 2006

 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. A la luz de la Primera Lectura, hagamos un verdadero y sincero
examen de conciencia a partir de los Diez Mandamientos que nos ha dado
Dios y busquemos acercarnos al sacramento de la Reconciliación.

2. Muchas veces prefiero creer en la «necedad del mundo» que en «la
sabiduría de Dios». ¿Cuáles son los criterios equivocados que debo ir
cambiando por los criterios de Jesucristo?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 2052 – 2074.

--
Has recibido este mensaje porque estás suscrito a:
"Meditación Dominical"

Para anular la suscripción a este grupo, envía un mensaje a
meditacion-dominical+unsubscribe@googlegroups.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario